¡Ganar! Nunca es casual

9.2.21


Todos nacemos y crecemos con un sueño en la cabeza. Un sueño para alcanzar, motivados y sostenidos en nuestras habilidades, con el deseo de lograr llegar a la cima, motivados por un solo motor que nos lleva el esfuerzo, tesón y esmero hacia lo imaginario y marcado en el subconsciente, pero con el premio en las manos.

¿Qué nos motiva a salir del pensamiento que podemos alcanzar una estrella brillante y lejana, aún si no somos celebrities sino simples ciudadanos, sin padrinos, ni fortunas?

Cada vez que descubrimos un concurso del estilo “reality” nos congraciamos y nos pegamos a la persistencia de algún jugador con el que nos sentimos identificados.

Conectamos por pasión, por simpatía, o porque algo nos conecta con esa realidad que se activa y visualiza mediante la labor de una gran producción.

Claudia Villafañe ganó el Mastercheff celebrity, un reality de cocina en un canal de aire argentino. Luego de las propias eliminaciones hasta llegar a la final, surgen participantes que tímidamente sostienen que el voto final ya estaba cantado, pero públicamente han dicho: “Nadie sabía quién iba a ganar”, como “Creí plenamente en la legitimidad de los jurados”.

Sin embargo, aparece el sentido interrogante mezclado con cierta frustración: “no sé en qué fallé para ser eliminada”, o “Yo siento que gané, aunque no me dieran la copa”, como justificaciones que en verdad suenan más a un autoboicot público que la realidad misma: “No estuve en la final porque me fui de vacaciones”, en tiempo donde las vacaciones se pueden reprogramar incluso con la aerolínea que nos lleva a Europa o cualquier sitio promocionado por una agencia de viajes rescatando la fidelidad de sus viajeros. Se evidencia una verdad un poco oculta cuando uno de los participantes confiesa: “La final se grabó dos veces”. ¿Ganador cantado desde los inicios?

Algo similar ocurre en el mundo del management, en el mundo de los negocios, o espacios empresarios.

Hay quienes desestiman cuestionarse que llegar a la cima o es a un costo muy alto para sus propias creencias o es pisando sus propios valores, diplomáticamente hablando.

Muchos llegan sin ser tan notorios o influyentes-, y se transforman en avaros jefes ignorando a su amada familia y pagan el precio, con tal de acceder a cuanta posición ambiciosa se hayan planteado. La pregunta que sigue en el siguiente escalón es: si a esos “ganadores”, les facilitaron su camino donde se desempeñaban, o en verdad fueron ellos mismos quienes por su propio empeño y calificación arribaron a puestos de decisión o son los que, por la suerte de la vida y son en realidad quienes hicieron los verdaderos goles beneficiando a sus entornos por genuino amor, o de no hacerlo: recibir el descrédito social.

La suerte no existe. ¡El éxito mágico tampoco! Tomemos el trabajo de analizar por qué llegan los que llegan y en verdad: sí es cierto que nada ocurre por casualidad. 

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